martes, 15 de marzo de 2011

¡QUE LA CIERREN YA!

La Central Nuclear de Garoña, se inauguró en 1970 con una vida prevista de 40 años, es decir en 2011 debería ser cerrada. Sin embargo, en el 2009 se autorizó una prorroga hasta 2013, al mismo tiempo que la empresa propietaria pedía una ampliación hasta 2019.
La primera prorroga ya incumplió el compromiso electoral recogido en el programa del PSOE de 2008 donde se afirmaba:
Mantendremos el compromiso de sustitución gradual de la energía nuclear por energías seguras, limpias y menos costosas, cerrando las centrales nucleares de forma ordenada en el tiempo al final de su vida útil, dando prioridad a la garantía de seguridad y con el máximo consenso social, potenciando el ahorro y la eficiencia energética y las energías renovables, la generación distribuida y las redes de transporte y distribución local.
Su inversión está amortizada y su aportación energética es prescindible y está más que compensada por la aportación de las energías renovables.
¿Por qué seguir con una Central obsoleta que cada año presenta múltiples incidencias?
Desde 2006, cuando se cerró la Central de José Cabrera, Garoña ha quedado como la central en activo más antigua del Estado, al mismo tiempo que desde Alava se ha levantado la voz una y mil veces para pedir su cierre. Ezker Batua e Izquierda Unida llevan años haciéndose eco de esa preocupación ciudadana. Y tengan presente que un posible percance grave no afectaría sólo a Alava, ya que la central se encuentra a 64 Km de Vitoria, pero a solo 96 de Bilbao, a 91 de Burgos o a 112 de Logroño.
La catástrofe de Chernóbil (1986), nos mostró que la contaminación se extendió más allá del radio de 30 Km de evacuación. Inmediatamente después del accidente, la mayor preocupación se centró en el yodo radiactivo, con un periodo de semidesintegración de ocho días. Hoy en día (2011) las preocupaciones se centran en la contaminación del suelo con estroncio-90 y cesio-137, con periodos de semidesintegración de unos 30 años. Los niveles más altos de cesio-137 se encuentran en las capas superficiales del suelo, donde son absorbidos por plantas, insectos y hongos, entrando en la cadena alimenticia.
Veinte años después las restricciones siguen siendo aplicadas en la producción, transporte y consumo de comida contaminada por la radiación, especialmente por cesio-137, para impedir su entrada en la cadena alimentaria. En zonas de Suecia y Finlandia existen restricciones sobre el ganado, incluyendo los renos en entornos naturales. En ciertas regiones de Alemania, Austria, Italia, Suecia, Finlandia, Lituania y Polonia, se han detectado niveles de varios miles de becquerelios por kg de cesio-137 en animales de caza, incluyendo jabalíes y ciervos así como en setas silvestres, frutas del bosque y peces. En Alemania se han detectado niveles de 40.000 Bq/kg en carne de jabalí. El nivel medio es 6800 Bq/kg, más de diez veces el límite impuesto por la UE de 600 Bq/kg.

Con el desastre de Japón, se ha reabierto el cuestionamiento de mantener Garoña abierto. En la red se levantan voces ironizando sobre los terremotos y los tsunamis que puedan azotar a Garoña, pero ojo! que Chernóbil no preciso de ellos para reventar.
Garoña, no es un problema de los vecinos que se encuentran en un perímetro de 30 Km a la redonda, es problema de todos. Desde aquí quiero emplazar a la ciudadanía para que reflexione si no es hora ya de unirse para exigir juntos el cierre de una Central, que ya ha cubierto su ciclo vital y que sólo puede ser un riesgo cada día que pasa.
Somos muchas las personas que deseamos ¡que la cierren ya!

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